Doctor Enrique Accorsi y su cancer
Como si un camión pasara encima de uno. Así describe el doctor Enrique Accorsi —69 años, aguerrido dirigente del Colegio Médico en los 90, tres veces diputado por el PPD—, las sesiones de quimioterapia a las que se sometió tras ser diagnosticado con un cáncer a la próstata y metástasis ósea en noviembre del 2015. Fueron ocho quimioterapias. La última recién hace tres meses.
El doctor Accorsi, que luce muy delgado, explica esto hablando lentamente. En un tono tan bajo que muchas veces sus palabras se hacen inaudibles en esta cafetería llena de gente en Ñuñoa. El eligió este lugar. Por razones prácticas. Está cerca de la kinesióloga que visita cada semana para recuperar la masa muscular que perdió en el tratamiento que lo obligó a estar largos tiempos sin actividad física.
Pero Accorsi está lejos de que esa quietud se instale en su vida. Hace unos días dejó su rol de asesor legislativo del Ministerio de Salud y entró de lleno en su campaña para convertirse en diputado por el nuevo distrito 11. Ese que funde Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, Peñalolén y La Reina. El doctor es uno de los 35 postulantes a seis cupos. Está confiado en que le irá bien y feliz de volver a la arena política.
“Yo dije: ‘¿Me retiro y me muero de lata, o hago algo que me interesa y me ayuda?’ Cuando te llega un cáncer como el mío, te ayuda estar activo”, relata. “Además, puedes transmitir a mucha gente lo que te pasó y por qué te pasó. Quiero divulgar eso: que la gente se cuide, que tengamos prevención y que si te hacen un diagnóstico de cáncer, no significa que estás muerto. El logo que puse en los dípticos dice: ‘Doctor Accorsi, vuelve para cuidarte'”.
Ya sin quimioterapias, debe controlarse con exámenes de imágenes llamados PET (Tomografía por Emisión de Positrones), que detectan si persiste la actividad cancerosa en el cuerpo. Se hizo uno hace un mes. “Todo perfecto”, señala.
<strong>—Hace un año decía que iría a una candidatura parlamentaria si la salud se lo permitía. Veo que la salud se lo permitió.</strong>
—Me lo permitió; y además lo permitió mi familia. Mis hijos estaban furiosos, pero bueno.
<strong>—Igual está dentro de los 5 años después de un cáncer, que se considera de observación.</strong>
—Sí, estoy en observación. Para estar libre de la patología deben pasar cinco años. A mí se me cumple el 2020.
<strong>—¿Es complicado para los doctores enfermarse? Saben de antemano cómo progresa una enfermedad.</strong>
—Sí y sobre todo para un cirujano como yo, porque sabes todo lo que te va a pasar, lo que te van a hacer, sabes que te va a doler. Entonces, uno se pone porfiado.
<strong>—Leía testimonios de doctores que se han enfermado. Todos reconocen el miedo.</strong>
—Esa es una de las cosas que más te cuesta superar. Pensar cómo enfrentar esta patología. Es bien jodido, porque uno piensa: “esto no me va a pasar a mí”; y claro que te puede pasar.
<strong>—Hace unas semanas, la doctora Jamile Camacho, jefa del Centro de la Mama de la Clínica Alemana, hablaba de cuando ella sufrió un cáncer mamario. Decía que sintió terror.</strong>
—Claro, porque sabía el proceso que le esperaba. Pero eso también tiene una cosa ventajosa.
<strong>—¿Qué ventaja hay en una situación tan terrible?</strong>
—Que uno aprende a entregarse 100% a otro médico. Es un problema: los médicos no nos entregamos fácilmente como pacientes. Cuando te dicen: “haga tal cosa”; uno piensa: “este gallo está loco”. Me pasa ahora con la kinesiterapia; mi hija es doctora y me lesea todo el santo día: “papá, los ejercicios…”. Y voy a la kinesióloga, que me hace ejercicios de mucha coordinación. Por ejemplo, tienes que estar parado en un pie, te tira una pelota, tienes que agarrarla sin bajar el otro pie, y además responder lo que te va preguntando. Recién me preguntaron las ciudades de Europa.
<strong>Como el padre Gatica</strong>
Oliver Sacks fue un neurólogo británico con una brillante carrera médica y literaria en Estados Unidos. Su libro Awakenings (Despertares), de 1973, fue adaptado al cine en 1990 con Robin Williams y Robert De Niro como protagonistas. Profesor universitario, columnista buscado por los principales medios de comunicación. Hasta que en febrero del 2015 fue diagnosticado
con metástasis de un melanoma ocular —operado nueve años antes— que se le instaló en el hígado y en el cerebro. No había nada más que hacer que despedirse. Y él lo hizo con una remecedora columna en el New York Times. Murió seis meses después.
El doctor Accorsi conoce la historia de Sacks y también ese texto de despedida. Recuerda que allí el británico decía que su sentimiento principal en ese momento era de agradecimiento por una vida bien vivida. Pero que igual reconocía que tenía mucho miedo.
“Lo que pasa es que nosotros sabemos mucho más de las enfermedades: el diagnóstico, el inicio, el término. Entonces, prepararse para la muerte es duro. Todos tenemos fecha de vencimiento, pero cuando te diagnostican un cáncer tú dices: ‘mi fecha de vencimiento es más cercana’. Eso es duro”, dice Accorsi. “Sentí miedo, porque se te viene el mundo abajo. Pero lo primero que dije fue: “esto no me la gana”. Esa actitud me ayuda; estar todo el día dándole, con full actividad”.
<strong>—¿Hoy siente miedo?</strong>
—Para nada. Además, me puse bien especial en esta materia: dejé todo arreglado, la cremación, el funeral… No quiero causar una molestia en la familia y ya lo conversamos.
<strong>—Usted estuvo dos años sin controlarse el antígeno prostático y terminó en un cáncer. ¿Son reacios los médicos a los exámenes?</strong>
—Absolutamente. Imagínate que yo tenía unos amigos que nos íbamos en velero a Chiloé todos los años, durante una década, y todos eran urólogos. Si hubiera querido controlarme, hubiera podido hacerlo donde quisiera. Uno de los temas que quiero abordar ahora es una ley de prevención, obligatoria, como los japoneses. En Japón, cumples 40 años y te hacen una endoscopía; si no te la haces se castiga tu previsión de salud. Eso quiero hacer.
<strong>—Su enfermedad, ¿es un recordatorio de fragilidad humana?</strong>
—Sí. Dejamos de ser los “diostores”. Nosotros siempre pensamos que no nos va a pasar nada. En el tiempo en que se fumaba en los hospitales, lejos los que más fumaban eran los médicos. Nos cuesta asumir cuando estamos enfermos, es como “no me puede estar pasando a mí”…
<strong>El huracán</strong>
No lo dice explícitamente el doctor Accorsi, pero lo sugiere: cuando un médico pasa por una enfermedad como la suya, se humaniza. “Cuando te enfrentas a la muerte, en el sentido de que te puedas morir luego, tú dices: ¿valen la pena las discusiones estériles que no conducen a nada? Uno aprende mucho en el sentido de la observación. Antes de la enfermedad uno caminaba y sólo veía una calle; ahora miras los árboles, el cielo, las nubes, la cordillera.
<strong>—Eso me recuerda el texto de Sacks. Decía que en esos momentos estaba concentrado en lo esencial. Que le seguían importando el calentamiento global o el Medio Oriente, pero que esa era tarea para la gente del futuro. Que él estaba focalizado en sentirse cómodo y querido.</strong>
—Sí, eso es lo más importante.
<strong>—¿Ganó otra sensibilidad con sus pacientes?</strong>
—Claro. Cuando mandas a un paciente a una quimio, tú puedes tener una idea, sabes por formación que vienen las náuseas. Pero cuando lo has vivido, te pones en el zapato del otro.
A Enrique Accorsi le tiemblan levemente las manos. Dice que es un seudoparkinsonismo. Que es parecido al Parkinson, pero no está diagnosticado como tal. Los temblores le quedaron después de las quimioterapias. “Estoy con un medicamento y lo tengo bastante controlado”, explica.
<strong>—¿Se siente más limitado, doctor?</strong>
—Te limitas con todo, pero también es importante saber enfrentarlo. Hay que ir adaptándose. Mientras la cabeza funcione, todo está bien. Ahí está nuestro amigo Hawkings.
<strong>—¿Piensa con frecuencia en él?</strong>—Mucho, lo tomo siempre como ejemplo. <strong>—¿Cómo hace para mantener el ánimo arriba?</strong>
—Es lo más difícil que hay, pero lo aprendes; porque como médico sabes que si te falla el ánimo, sonaste. Estás todo el rato diciéndote: “el ánimo, el ánimo…”. De repente te da lata ir a alguna parte y me pongo como tarea ir. Cuesta, pero te hace bien. Es una batalla de todos los días. Si la pierdes, estás frito: la enfermedad te va a consumir rápidamente como un huracán.
<strong>Mujeres en la medicina”Tienen la prevención arraigada”</strong>
Dice Accorsi que una cosa importante que ha pasado el último tiempo es la incorporación de las mujeres a la medicina. “Porque ellas le han dado otro carisma al asunto”, indica. Recuerda que cuando él estudiaba el pregrado en
la Universidad Católica, en su curso sólo había dos o tres mujeres entre 70 alumnos. Ahora, destaca, el 65% de los estudiantes de medicina son mujeres. “Y lo bueno es que ellas tienen el tema de la prevención súper arraigado. Incluyen la prevención en la práctica médica”.
—Los hombres, en cambio, seguimos complicándonos con el examen de próstata.
—Claro, por una cuestión de machismo bien idiota, absurda.
Fuente: La Segunda <a href=”http://impresa.lasegunda.com/2017/09/15/A/2D38262E”>http://impresa.lasegunda.com/2017/09/15/A/2D38262E</a>